¿Qué nivel de inteligencia emocional existe en nuestra empresa?

 

La inteligencia emocional plantea la tesis de que las personas no sólo están provistas de un tipo de inteligencia, sino más bien, que la vida mental posee dos tipos de inteligencia. Una compuesta por la mente racional, siendo esta la que típicamente conocemos y de la cual somos conscientes y mediante la cual podemos analizar, meditar, interpretar, entre otras cosas y la otra, que es un sistema de conocimiento impulsivo y poderoso, a veces ilógico, que es la mente emocional.

En términos populares, nos podríamos referir a estas partes como “corazón” y “cabeza”. Estas dos mentes no operan separadamente, muy por el contrario, están estrechamente relacionadas, entrelazando constantemente sus diferentes formas de conocimiento para guiarnos en nuestra vida y por lo tanto en nuestro actuar. Generalmente existe un equilibrio entre ambas partes, en el que la mente emocional alimenta e informa las operaciones de la mente racional, y ésta, a su vez, depura y sanciona la energía que entra por las emociones. Aunque ambas tienen un carácter semidependiente entre si, ambas están interconectadas a nivel físico, en el cerebro.

Como es de esperarse, diariamente en nuestra vida personal y de trabajo nos vemos ante situaciones que requieren de la utilización de estos dos tipos de inteligencia, pues constantemente interactuamos con personas de diferentes temperamentos. Un caso interesante es el del Señor Melbourn McBroom, quien era un jefe dominante y cuyo temperamento intimidaba a sus colaboradores. Esto no tendría relevancia si él trabajase en una oficina o una fábrica sin contacto humano, sin embargo, McBroom era piloto de una línea área. Un día en 1978 piloteaba su avión cerca de Portland, Oregon, cuando notó que había un problema en el tren de aterrizaje, por lo que decidió sobrevolar la pista en círculos en tanto manipulaba el mecanismo. Mientras él se obsesionaba con el tren de aterrizaje, los indicadores de combustible se aproximaban al límite. Sus copilotos estaban tan asustados por la furia de McBroom, que no fueron capaces de advertirle del peligro, ni aún cuando el desastre era inminente. El avión se estrelló y murieron diez personas.

Actualmente, este acontecimiento se relata como una advertencia en el entrenamiento de seguridad de pilotos aéreos, pero esta historia puede servir de referencia en cualquier tipo de empresa, ya que de igual manera podemos encontrar en las empresas una baja moral, trabajadores intimidados, jefes arrogantes y cualquier otro tipo de deficiencias emocionales, las cuales pueden pasar muchas veces inadvertidas y generar problemas en la organización. Un bajo nivel de inteligencia emocional en los cuadros directivos se refleja en una baja productividad, en errores y contratiempos, en fechas limites incumplidas, entre otros problemas.

El manejo del costo – efectividad de la inteligencia emocional, es un concepto nuevo en las empresas. Hace tres dé-cadas los jefes creían que sentir empatía ó compasión por sus colaboradores les colocaría en una posición de des-ventaja al momento de tomar decisiones, así como en un claro conflicto ante el logro de sus metas organizativas. Sin embargo, esto empezó a cambiar cuando las empresas se vieron ante la presión combinada de la globalización y la tecnología de la información. Y es lógico, alguien que sea incapaz de controlar un estallido de ira o que no tenga la sensibilidad ante lo que sienten las personas que le rodean, será incapaz de generar un ambiente laboral adecuado. Cuando una persona está emocionalmente perturbada no puede aprender, recordar, atender adecuadamente y, lógicamente, no podrá tomar decisiones con claridad.

Los beneficios que tiene un hábil manejo de las competencias emocionales básicas son muchos. En su momento Pe-ter Drucker señalaba que la fuerza de trabajo estaba cambiando y convirtiéndose en “trabajadores del conocimiento”, es decir, en personas cuya productividad se caracterizaría por añadir valor a la información, cualesquiera que fuesen sus funciones. La productividad de este tipo de fuerza laboral depende de que sus esfuerzos sean adecuadamente coordinados como parte de un equipo organizativo. Esa tendencia que señaló Drucker es ahora una realidad y en ese sentido la inteligencia emocional y las habilidades que ayudan a las personas a vivir en armonía, deberán valorarse cada vez más como una ventaja en este nuevo entorno de trabajo.

La forma de compartir el trabajo es ahora una variedad de modalidades, como reuniones informales, redes sociales, videoconferencias, entre otras. Todas ellas son ahora una realidad y son las nuevas entidades funcionales en la organización. Estos puntos de contacto humanos son comparables a un sistema nervioso central, ya que todos están interconectados y trabajan por un mismo objetivo. En este sentido, cada vez que la gente se reúne para trabajar y obtener un resultado, obtenemos una suma de inteligencia racional, pero la que también necesita de una armonía social, siendo esta armonía la capacidad que permita que un grupo sea especialmente más talentoso y más productivo que otro con capacidades intelectuales del mismo nivel.

Con base en lo anterior, las redes de trabajo informal cobran gran relevancia y son especialmente importantes para el manejo de problemas que surgen de improvisto. La organización formal se encargará de enfrentar con facilidad los problemas previsibles, pero cuando éstos no pueden preverse, se hace de gran importancia un equipo de personas emocionalmente intelectuales para su solución. Su compleja red de vínculos sociales se forma y fortalece cada vez que los colegas se comunican y se solidifican a lo largo del tiempo en redes estables y sumamente adaptables, que se mueven en diferentes direcciones, omitiendo incluso funciones enteras para lograr resolver los problemas de la organización.

Pero no sólo basta con lograr formar las redes y dominarles, es igualmente importante otras formas de sabiduría organizativa, como la coordinación de los esfuerzos en el trabajo en equipo, el ser líderes en el logro del consenso, el ser capaces de ver las cosas desde las perspectivas de los demás, sean clientes internos o externos, la persuasión y el promover la cooperación en un ambiente donde se eviten conflictos, la iniciativa, la suficiente auto motivación para asumir responsabilidades más allá del trabajo y saber administrarse a uno mismo regulando eficazmente su tiempo. Todas estas habilidades que permiten el éxito, son aspectos de la inteligencia emocional y en lo que también debemos enfocarnos para generar una organización exitosa.

Estas habilidades seguirán siendo cada vez más importantes en los equipos de trabajo, en la cooperación y en ayudar a las personas a aprender juntas cómo trabajar con mayor eficacia. En la medida en que las empresas se preocupen por mejorar la forma en que la gente trabaja y en elevar la inteligencia emocional colectiva, estarán invirtiendo en el capital intelectual de manera fundamental y con ello marcarán una diferencia competitiva esencial para la empresa.

Ing. Juan Fernando Varela
Gerente General
DESISA Consultores

Basado en el bestseller “Emotional Intelligence: Why It Can Matter More Than IQ” de Daniel Goleman.